No sé en qué parte de la Tierra ni de qué milenio futuro narro.
Lo cierto es que un tipo caminará solo por un mundo completamente
inanimado.
Todo menos él será objeto.
No soplará el viento ni se moverán las aguas; no cantarán los pájaros ni bailarán
las niñas.
Los seres: momias. La existencia yacerá cataléptica, muerta.
Y en medio de todo esto, mi vagabundo rogará por la más nimia compañía, por el
más insignificante sonido.
Ya medio loco el hombre saltará y gritará entre caras estáticas que no lo oirán.
Las escupirá, las golpeará, pero nada. La quietud parecerá eterna; el silencio
irrompible.
Mas un día, en menos de un segundo, todo estallará.
La civilización seguirá corriendo sin saber que una vez paró.
Altísimas velocidades volverán a ser desarrolladas: miles y miles de kilómetros por
hora.
Los ruidos serán constantes; nada ni nadie se detendrá.
Entonces nuestro hombre buscará:
—Señor…
—¡Señora!
—¡Oiga…!
—¡Por favor escu…!
—¡Alguien que me tenga en cuenta, que me hable!
Y cada vez más loco, el sujeto seguirá solo como antes, en silencio…
Porque silencio es el ruido cuando no se le escucha, porque es quietud el
movimiento cuando no se detiene, porque en rutina se transforma todo lo que es siempre.

Ramiro Guzmán
eoesesproducciones@gmail.com
Uruguay
Responder